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jueves, 12 de noviembre de 2009

ADOLESCENCIA

Con la aparición de los caracteres sexuales primarios, que son: el crecimiento de los órganos genitales y la aparición de la Menarca, primera menstruación en la niña, y el comienzo de la eyaculación en el niño; junto con la presencia más tarde de los caracteres sexuales secundarios, que son: el crecimiento de masa muscular, el cambio de voz, la aparición de vello en la cara del hombre. También del vello en el pubis de ambos sexos, el ensanchamiento de las caderas y el crecimiento del busto en la mujer, etc., es que comienza la pubertad. Esta es plataforma de despegue para la adolescencia.

Desde ya, vale remarcar que adolescencia y pubertad no son sinónimos. La pubertad se refiere sólo a cambios físicos, corporales; en cambio la adolescencia, también a los cambios psicológicos que estos acarrean. Es por eso que la pubertad se encuentra dentro de la adolescencia.

La adolescencia es según Aberastury y Knobel,”La etapa de la vida en la cual el individuo busca establecer su identidad adulta, apoyándose en las primeras relaciones objétales-parentales internalizadas y verificadas en la realidad que el medio social le ofrece, mediante elementos biofísicos en desarrollo a su disposición y que a su vez tienden a la estabilidad de la personalidad en un plano genital, lo que sólo es posible si se hace el duelo por la identidad infantil”.
Esta etapa es muy conflictiva, tanto para el adolescente como para sus padres, en su relación con el mundo externo. Esto se debe a que el niño, en un momento de su vida en el que sentía cómodo consigo mismo, con su relación de dependencia y sin ninguna responsabilidad; en un corto tiempo, se despierta con su cuerpo diferente y con un montón de responsabilidades, expectativas nuevas de sus padres respecto a éste y su comportamiento. Ya no se siente el mismo, ha perdido su identidad.

La identidad es según Erikson “La capacidad que tiene el yo de mantener una mismidad y continuidad frente al destino cambiante”.

Para Sorensen es “La creación de un sentimiento interno de mismidad y continuidad, una unidad de la personalidad sentida por el individuo y reconocida por otro”.

Sería algo así como un sentimiento de pertenencia de sí mismo y de continuidad en el tiempo. Esto incluye un sentimiento de orgullo; un proceso de reflexión y observación de sí mismo en todos los niveles del funcionamiento mental y por medio del cual el individuo se juzga así mismo a la luz de lo que advierte cómo los otros lo juzgan a él.

Durante la infancia, el niño vive en un mundo de fantasía y de despreocupación total. Esto va acompañado de una relación de dependencia hacia los padres, en la cual vive muy cómodamente. Dicha identidad de niño dependiente y sin preocupaciones que tiene en la infancia, entra en crisis con la aparición de los caracteres sexuales secundarios. De pronto todo cambia, su comportamiento debe corregirse porque le dicen que ya no es un niño, pero el se siente igual que “ayer”, cuando dicho comportamiento estaba bien visto. Pero ahora, en un cambio en la actitud de los padres que se da en un período breve de tiempo, pues el cuerpo madura rápidamente, se lo critica. Esto se debe a que los padres no se dan cuenta, que lo que maduro de forma muy rápida fue sólo su cuerpo, y que éste no madura de igual manera que la mente del niño. Es ahí que se produce un defasaje entre el Yo psicológico y el Yo corporal. Es aquí cuando entra en crisis.

La crisis de Identidad es según Erikson: “…conflictos graves, cuya sensación de confusión es más bien debida a una guerra dentro de ellos mismos, así como los rebeldes confusos y delincuentes se hallan en guerra con su sociedad…”.

El adolescente pierde su identidad infantil o más bien ésta entra en crisis, cuando su cuerpo infantil pasa a convertirse en uno de “adulto”, por los cambios que trae aparejados la pubertad.

Con estos cambios que se dan en lo físico, también vienen dados los cambios psicológicos de perdida de identidad.

El adolescente debe adaptarse ahora a su “cuerpo nuevo” y buscar una nueva identidad. Éste debe modificar su estructura psíquica, para adaptarla, necesariamente a este nuevo esquema corporal. Ésta se alcanza mediante una disociación, proyección e introyección que permiten el conocimiento del “self” y a su mundo externo, o sea de su mundo interno y externo.



El “self” es un “auto-concepto” al que Sheriff y Sheriff denomina como: el “yo psicológico”.

Cuando encuentre el equilibrio entre lo psíquico y lo corporal, hallará una nueva identidad.

Para lograrlo tendrá que pasar por tres duelos básicos, según Aberastury y Knobel, y un cuarto duelo por la bisexualidad infantil.

Estos son: el duelo por el cuerpo infantil, el duelo por el rol y la identidad infantil, y el duelo por los padres de la infancia. Los duelos afectan tanto a los padres como a los hijos, son vividos por los dos. Knobel dice que es “una ambivalencia dual”. Por ejemplo, esto se ve, en la angustia de los hijos por los padres de la infancia, y la angustia que sienten luego los padres por los hijos de la infancia; por miedo de estos a envejecer y a enfrentarse a una muerte próxima. Es tal vez por esto que se hace tan conflictiva esta etapa.

El duelo por el cuerpo infantil consiste en ir aceptando las modificaciones biológicas, ante las cuales siente impotencia, ya que no puede hacer nada para frenar estos cambios. Esto se refleja en cierta rebeldía en la esfera del pensamiento. Así siente un fenómeno de despersonificación, se halla incómodo con su cuerpo, como torpe, tira y rompe todo. Los movimientos que antes hacía para alcanzar las cosas no dan los mismos resultados, y sus padres le reprochan constantemente, le dicen que tira todo. ¿Qué te pasa, que antes eras tan cuidadoso? Como consecuencia de dichos reproches, trata de negar la perdida de su identidad y su cuerpo infantil, para retener los logros que tubo de chico. Esto lo hace mediante la intelectualización y el pensamiento omnipotente, manejando el tiempo como si este fuera un objeto.

Las fluctuaciones constantes de la realidad, que lo ponen en una nueva situación frente a sus padres, familia y mundo externo, lo impulsa a elaborar esa pérdida, a ir conformando su nueva personalidad, y esto lo llevará al próximo duelo que es por la identidad y rol infantil.

El niño en su infancia, acepta su relativa impotencia, necesita de otras personas que cumplan sus funciones yoicas, y su yo, mediante la proyección e introyección configura su identificación. En la adolescencia, sufre un “fracaso de personificación”. No se da cuenta de cómo debe actuar, ya que no es un niño pero tampoco un adulto. Es lo suficientemente grande para ser un niño y por tanto no puede mantener la dependencia infantil aunque quisiera. Esto es debido a la actitud de sus padres que ahora tienen para con él. Pero tampoco puede asumir la independencia adulta. Sufre una confusión de roles, recurre al “mecanismo de defensa esquizoide” de delegar toda responsabilidad y obligaciones en el grupo de pares (barra), quedando así por fuera del proceso de pensamiento; forma parte de las actividades del grupo, pero no se hace cargo de sus consecuencias. Tiene un manejo omnipotente de la irresponsabilidad, y “son otros lo que se hacen cargo por él del principio de realidad”. Ya que éste no se hace cargo de sus actos y las consecuencias de ellos.

En este período hace posible un tipo de pensamiento en el que despersonaliza a los seres humanos, utilizándolos como objetos, como medios para sus satisfacciones. Este manejo de las personas demuestra una clara inestabilidad afectiva e indiferencia hacia los demás.

Pero mediante la “barra”, que cumple el rol de mecanismo de defensa esquizoide, como ya explicamos anteriormente, es que se siente seguro en esa uniformidad que el grupo le da. Más tarde irá adoptando roles cambiantes y participando activamente en el grupo, y es así, que de a poco toma las responsabilidades y las culpas grupales. Mediante estas proyecciones e introyecciones es que va asimilando y desechando identificaciones hasta llegar a formar una propia.

Aberastury y Knobel dicen que: “La exageración o fijación de este proceso por no elaborar el duelo por la identidad y por el rol infantil explica las conductas psicópatas tratando a las personas como objetos, para así lograr sus objetivos. También se ve en el desafecto y crueldad con el objeto…”
Normalmente el adolescente va aceptando las pérdidas de su cuerpo infantil y su rol infantil; al mismo tiempo que va cambiando la imagen de sus padres infantiles, sustituyéndolas por la de los padres actuales, en el próximo duelo.

El tercer duelo que es por los padres de la infancia, es un momento crucial en el que poco a poco, el adolescente empieza a separarse de sus padres. Lo que marcará el “fin de la relación de dependencia” que mantenía con ellos. Es más que obvio que sigue dependiendo de ellos, no sólo económicamente, sino sentimentalmente, ya que necesitan de la comprensión y la aprobación de éstos (sentirse aceptado). Además tiene la necesidad de una identidad fuera de la familia, aunque inconscientemente, también se siente parte de ella. Es una contradicción más de las muchas que caracterizan esta etapa.

La búsqueda de un nuevo estatus, que le es transferido a este por su cuerpo, mediante los cambios corporales, lo llevan a una nueva búsqueda de identidad y un nuevo rol por el infantil ya superado. La independencia de la que hablamos es relativa, ya que si le dieran una verdadera libertad e independencia, este la sentiría como abandono. Es menester, que el pasaje de la relación infantil que tenía con los padres a la adolescencia (de una dependencia total a una pseudo-independencia), sea lento. Esto facilitará su independencia en un futuro, y hará menos traumático el duelo.

Esta pseudo-independencia se ve claramente en la necesidad de pedir prestado el auto a sus padres, en el momento de pedir para llegar más tarde de la hora que estaba pactada antes, ante la necesidad de pedirles dinero, etc. Lo hacen, porque sienten la necesidad de aparentar una cierta independencia económica frente a sus compañeros de grupo, de sentirse casi un “adulto”. Este proceso de independencia y pérdida, es sentido tanto por el adolescente como por los padres, ya que estos se dan cuenta de que sus hijos están creciendo y con esto les viene a la mente la idea próxima, en algún momento, de la muerte. La idea de esto les produce la necesidad de retener la relación de padres infantiles que mantenían con su hijo de la infancia. Esto lo hacen a través de la dependencia económica, no permitiéndoles ciertos gustos o salidas. Volvemos a recalcar que estos duelos son vividos de igual forma tanto por los padres como por los hijos.
Los cambios biológicos que se dan en la pubertad, le imponen la sexualidad genital e intensifican el duelo por el cuerpo infantil y el sexo opuesto perdido. Durante la infancia el niño se masturbaba constantemente para negar la perdida del sexo opuesto, aunque también a manera de exploración. En cambio en la pubertad, se da primero a manera de exploración y después como búsqueda de placer debido a fantasías eróticas. Esto lo hace en soledad, por la carga de culpa emocional que le proporciona el “súper-yo”, con todo el peso que le impone la sociedad.

La definición de su capacidad pro-creativa y su rol en la pareja, (el duelo por la bisexualidad) se debe a la resolución nuevamente del complejo de Edipo, el cual lo llevará a buscar pareja fuera del núcleo familiar. La aparición de los caracteres sexuales primarios (como ya explicamos arriba), lo llevarán a la definición sobre su rol en la relación de procreación.

Por último el cuarto duelo es por la bisexualidad, que es el pasaje del auto-erotismo a la heterosexualidad, pasando por estados de homosexualidad. Esto parece obvio, pero le choca mucho a la gente, ya que el adolescente primero se mira así mismo y se explora (auto erotismo), luego debe fijarse en el mismo sexo para compararse (homosexualidad), lo hace mediante el juego y el “toqueteo”. Cuando hablamos de homosexualidad, no tenemos que caer en el simplismo de tomarlo en el sentido de genitalidad, aunque podría llegar a darse, no es lo normal. En los hombres se ve en los juegos de mano, y en la mujer en ese ir constantemente del brazo con la amiga, en el baile entre ellas, etc. Es bastante coherente que se fije primero en el mismo sexo, y recién ahí tender a buscar una relación en el sexo opuesto. No puede darse un corte tan grande en el pasaje del autoerotismo a la heterosexualidad.

La necesidad de elaborar los duelos lo obligan ha recurrir normalmente a manejos psicopáticos que identifican sus conductas. Estos pueden ser la necesidad de delegar toda responsabilidad en el grupo, la necesidad de manejar el tiempo a manera de objeto, etc.

Se produce un cortocircuito en el pensamiento, donde se observa la exclusión de lo conceptual lógico mediante la expresión a través de la acción, lo que diferencia al adolescente normal del psicopático, que persiste en este modo de conducta.

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